El día que quedamos todos encerrados: Una lectura psicoanalítica de una situación inédita

02.04.2020

Estamos viviendo un acontecimiento sin precedentes, un reallity que se presenta y afecta a las tres vertientes que según Freud producen el malestar en la cultura.

- Los desastres naturales.
- El cuerpo propio
- Los vínculos humanos

La amenaza de este nuevo virus entre nosotros, el "enemigo invisible" como le dicen, implica a los tres; y nos obliga a todos a "Quedarnos en casa".

Este "aislamiento" es necesario y fundamental para hacer frente y poner freno a su propagación.

De esta manera se ve alterada, no por elección sino por necesidad y precaución, la rutina en la cual solemos movernos, nuestras costumbres y actividades cotidianas. Romper con la rutina en la que se sostiene nuestra vida conlleva, muchas veces, la emergencia de la angustia. La rutina es nuestro sostén, es donde nos movemos, es el camino conocido donde una arma su realidad. Qué pasa cuando eso se trastoca?

Notarán que rápidamente se aconseja ocupar ese tiempo en actividades que reconforten, ocupar el tiempo o hacer cosas que veníamos postergando, en fin... recomendaciones, consignas, tips que, en la mayoría de los casos, no alcanzan para hacer frente al malestar que esta situación conlleva. Rápidamente nos damos cuenta que no hay objeto que colme el vacío.

El "Quedarnos en casa" nos enfrenta a un problema que no resolvemos cubriendo el tiempo con actividades o pasatiempos. Muchos de nosotros no estamos pudiendo hacer lo que hacíamos habitualmente, y a eso se le suma un profundo sentimiento de desorientación e incertidumbre. Estamos entre la inhibición y la angustia.

Como psicoanalista me pregunto algunas cosas:

  1. Como esto impacta en la subjetividad; y de qué manera se manifiesta?
  2. Qué significa, para cada quién, "quedarse en casa"?
  3. Cómo sobrelleva cada quién, esa situación de encierro?


Comienzo por la primera:

Sin dudas esto tiene un impacto en cada uno de nosotros, no puede no tenerlo; como decía toda nuestra escena se transforma: dejamos de trabajar, -o lo hacemos de otro modo-, suspendimos actividades, pasamos más tiempo en casa, con las mismas personas, se restringe el encuentro real con los otros; salimos protegidos a la calle y estamos pendientes de cifras que suben cada día...sería un problema que todo eso no nos afecte. Es un golpe de lo real que nos deja cara a cara con la muestre, o con la castración.

Paso a la segunda premisa

"Quedarse en casa" si bien parece una frase simple y clara, puede significar muchas cosas. Si les hiciéramos esta pregunta a distintas personas, seguramente obtendríamos respuestas diferentes. Es por eso que observamos tan variadas reacciones frente a esta restricción. A decir verdad, no sólo nos enfrentamos al encierro, sino también con algo más complejo aún que es la incertidumbre y el desconcierto.

Las "condiciones" en las cuales se vive ese "aislamiento", -espacio, confort, etc.-puede ser un tema a considerar, pero no es el más importante. Las dimensiones del tiempo y el espacio suelen verse trastocadas.

Esto me sirve de puente para pasar a la tercera pregunta: Cómo sobrelleva cada quién esa "situación" de encierro.

Es muy importante diferenciar el encierro del aislamiento. Estamos en un momento de aislamiento preventivo porque nuestro cuerpo puede ser portador y transmisor del virus, esto provoca un aislamiento social; pero el cuerpo es otra cosa que el organismo. Tal como lo conceptualiza el psicoanálisis, un cuerpo está atravesado por la palabra: el cuerpo es ese particular enlace entre el organismo, la imagen y lo que de él se dice.

El cuerpo necesita de los otros -el encuentro, el contacto, la palabra-. Como "cuerpo hablado", necesita de la palabra y los otros. Es la palabra la que nos enlaza a los otros. Es por eso que se nos torna necesario y fundamental para no desvitalizarnos, para no enfermar, estar en contacto con los otros. Quedarnos en casa no significa perder el contacto con los otros.

El encierro es vivido por cada quien de acuerdo a los recursos subjetivos con los que cuenta; está sujeto la historia que carga, a las marcas que lo identifican. Hay quienes frente a esta situación pueden desplegar la creatividad, o aprovechar el tiempo en cosas que lo gratifican: disfrutar de la pausa, de la familia, incluso de la soledad; producir algo nuevo en ese tiempo libre con el que ahora cuentan, aceptarlo y transitarlo de la mejor manera. Pero hay otros que lo padecen, lo sufren, lo pasan mal. Hay quienes pueden hacer algo con eso y vivir, a pesar de todo; y hay otros para los cuales el "encierro" encierra algo mortífero.

Mi práctica clínica me enfrenta cotidianamente a diversas presentaciones sintomáticas que se manifiestan de las más variadas maneras: aburrimiento, angustia, depresión, fobias, hipocondrías, desgano, conflictos vinculares, ansiedad etc.

Este virus que nos afecta no discrimina estrato social, económico, ubicación demográfica, sexo, religión, raza, sino que nos toca a todos por igual, nos vuelve a todos vulnerables.

Es imposible que no nos llegue en algún momento alguna noticia de una nueva muerte, un nuevo infectado, una cifra que alarma; sumado a la información que desinforma. De cualquier manera, la muerte se presenta en lo real de nuestra vida cotidiana, pasa a tener una presencia muchas veces abrumadora. Es decir que además del encierro, cada quien tiene que vérselas con la muerte. Es por eso que es "normal" y esperado -como signo de salud mental-, cierto nivel de angustia.

Otro tema que mencionaba anteriormente es el de la incertidumbre. Se escucha en la clínica el malestar que genera la incertidumbre. Lo cierto es que no sabemos cuál va a ser el final de esta pandemia, pero me pregunto: acaso no es así en la vida misma? Nada nos garantiza un final deseado, más bien estamos siempre sumergidos en una gran incertidumbre. Podemos decir que habitar la incertidumbre forma parte de la vida misma.

Aunque intentemos aferrarnos continuamente a alguna "certeza" o a la ilusión de alguna "seguridad", esto es sólo un modo de hacer frente a lo insoportable de la finitud de la vida y la levedad del ser. Aferrarse a ciertas certezas más bien conduce, muchas veces, a la inhibición, la parálisis o la inacción.

Vivimos un tiempo donde se intenta controlar todo o garantizar resultados, saberlo todo anticipadamente y no perder nada. Esta pandemia viene a decirnos que es imposible vivir sin riesgos. Estar vivos conlleva ese grado de incertidumbre que en estos momentos queda revelado, en relieve, y nos afecta particularmente.

Entonces, darle lugar a la angustia y respetar los tiempos de cada uno para ver y comprender qué es lo que está pasando, lo que nos está pasando, es una propuesta diferente a llenar vacíos.

Es fundamental poner en palabras esa angustia, poder decir respecto del malestar.

Hoy contamos con medios tecnológicos como skype, whatsapp, y otras aplicaciones que nos posibilitan atender y ser atendidos respetando la cuarentena. Ello nos permite brindar a la comunidad un espacio para sobrellevar de un mejor modo el encierro.

Esta nueva manifestación del malestar en la cultura, nos obliga a inventar nuevos modos de darle lugar a la palabra.

Desde el punto de vista clínico, esta situación que estamos viviendo desencadena o agrava toda una serie de cuadros que quisiera mencionar.

  1.   La emergencia de cuadros depresivos; sobre todo en sujetos que viven solos o que no cuentan con vínculos que les hagan de sostén frente al encierro, es decir, sujetos que literalmente quedan aislados.
  2. Sujetos cuya vida se centra, por sobre todas las cosas, en el trabajo y su función productiva, por lo cual el estar inactivos desencadena cuadros graves de ansiedad o angustia.
  3. Sujetos con problemas de adicciones. Para los pacientes con problemáticas adictivas o abusos de sustancias este encierro suele ser peligroso. El tiempo libre, la ausencia de responsabilidades o de contacto necesario con otros, el aburrimiento y la alteración del tiempo causada por la modificación de las rutinas puede aumentar el consumo.
  4. Por otro lado, también hay quienes no saben cómo ocupar su tiempo libre, no se llevan bien con la soledad, o simplemente sienten temor frente a la incertidumbre, la suspensión de un ingreso económico -por haber perdido su trabajo o por no estar generando ingresos-; esto puede desatar toda una serie de manifestaciones angustiantes, incluso los llamados "Ataques de Pánico".

La demanda de atención psicológica de muchos de estos casos nos obliga a interrogarnos sobre la conveniencia de sostener sesiones virtuales o sesiones presenciales. No todos los pacientes pueden ser atendidos a través de una pantalla.

Existen casos para los cuales esta modalidad no funciona. Es necesario el encuentro, cara a cara con el paciente, es decir la Presencia.

Es fundamental contemplar la particularidad de cada caso: la estructura psíquica, el entramado simbólico, imaginario y real de cada sujeto, los recursos subjetivos con los que cuentan y la gravedad de cada caso. Por ejemplo, un paciente psicótico con una presentación paranoica podría alegar que no es un medio seguro para su intimidad; o alguien que atraviesa una depresión grave quizá necesite de la presencia del analista allí, el cuerpo real haciendo de sostén narcisístico, en fin... Y dado que en muchos casos hay un tratamiento en curso tampoco es viable una derivación. Son aquellos casos que ameritan correr el riesgo del encuentro, en presencia, en el consultorio. Decir que hay un tratamiento en curso significa que está establecido ese vínculo singular con el terapeuta que se llama "Transferencia", que tiene que ver con la confianza, y que es lo que hace posible una cura.

De un modo u otro, lo importante es crear los medios necesarios para que aquel que lo necesite cuente con un espacio para hablar.


Claudia Luján Cases - Psicoanalísta
Claudia Luján Cases - Psicoanalísta