El SUFRIMIENTO SILENCIADO. CLÍNICA DE LAS ADICCIONES.
Aqui os dejamos un articulo de nuestra psicologa especializada en adicciones psic. Claudia LUJAN CASES.
El sufrimiento silenciado. Clínica de las adicciones.
La problemática de las adicciones es un tema que nos interroga, que despierta el interés sobre todo en disciplinas afines a la salud, tales como la medicina, la psiquiatría, la psicología, el psicoanálisis; extendiéndose también a otros campos como el legal, sociológico, etc; y moviliza los más variados estudios y análisis en pos de encontrar alguna respuesta a un problema que preocupa.
Las adicciones son una manifestación al malestar en la cultura, y como tal llevan el sesgo de lo real de cada época.
Vivimos tiempos violentos; el tiempo de la inmediatez, donde el éxito y el fracaso se miden con la vara del resultado a corto plazo, tiempos del todo o nada; donde el sujeto queda preso de una exigencia voraz que lo incluye o lo excluye arbitrariamente. Tiempos donde hay una devaluación de la palabra, de la presencia real, donde el vínculo con el otro queda mediado por pantallas, donde el otro real se desvanece dejando al sujeto inmerso en un vacío insoportable.
En estos tiempos proliferan las más variadas presentaciones clínicas respecto de este exceso en el consumo; y cuando hablamos de consumo nos referimos a su sentido amplio.
Las adicciones son una problemática que van tomando la forma y los matices de su tiempo, provocando, muchas veces, preocupación y desconcierto. Diferentes disciplinas proponen tratamientos; abordajes a este real que emerge en la vida del sujeto como faro orientador de algo que no anda, que ha quedado detenido, fijado a una satisfacción mortífera.
Trataré de abordarlo desde el ámbito que me compete: el del psicoanálisis.
En el ámbito clínico, esta problemática se hace presente en gran número de los tratamientos que conducimos; se escucha en la demanda que se nos dirige.
Adicciones de todo tipo, indiferentes al sexo o franja etaria, a la clase social, a la capacidad intelectual, etc. Adicciones que impactan en el lazo social, en el vínculo con el otro, convirtiéndose, muchas veces, en un goce solitario y mortífero.
A veces, es desde los primeros encuentros donde se plantea la adicción como un problema que motiva una consulta; otras, aparece de manera sorpresiva en tratamientos ya iniciados, incluso avanzados, cuando el vinculo transferencial con el analista habilita al paciente a hablar de "eso" que lo "esclaviza".
En otros casos, este tema se encuentra tan velado, tan tapado, que es muy difícil hacerlo entrar en discurso, queda como borrado, silenciado. Nada se dice de eso. Generalmente, en estos casos, es la familia la que consulta, la que transmite preocupación y angustia.
Partamos de las siguientes preguntas:
¿Qué entendemos por adicción?
¿Todo consumo es adicción? ¿Las adicciones se sufren?
¿A partir de qué momento el consumo se transforma en un problema?
Prefiero nombrarlas "adicciones" por su raíz etimológica.
Addictus: se refiereal deudor insolvente que, por falta de pago, era entregado como esclavo a su acreedor.
Por otro lado: a - dicción: lo no dicho, lo silenciado.
Podríamos producir una condensación y decir: esclavo de lo No dicho. Esclavitud que aprisiona, esclaviza al cuerpo y a la palabra.
¿Qué sentido tiene el consumo para cada quien? ¿Por qué alguien queda preso de ese vínculo peculiar con el objeto que enlaza el goce con la muerte?
Lo real de nuestra época
Nadie puede negar el lugar que el consumo tiene en nuestras vidas; se lo llama "sociedad de consumo", donde la oferta siempre supera a la demanda; donde domina una lógica del todo o nada -y si es todo mejor- ; donde todo parece ser posible y no hay lugar para debilidades o flaquezas.
Con este mundo es que el sujeto tiene que vérselas día a día. Drogas, alcohol, tabaco, comida, psicofármacos, pantallas, videojuegos, shopping hasta incluso el trabajo puede resultar una salida a la demanda omnipresente y aplastante del Otro. Es una salida sintomática, por el costo subjetivo que implica para el sujeto.
Ese goce mortífero que se juega en las adicciones, muchas veces pone en peligro real de muerte a quien se encuentra entrampado en este consumo en exceso.
El problema de las adicciones no es el objeto en sí; sino que radica en la relación que se establece con él.
No es lo mismo el uso místico, religioso, experimental, creativo o recreativo de alguna sustancia; que un consumo en exceso que esclaviza al sujeto y lo conduce a lo peor.
Por ejemplo, se dice que Lewis Carrol escribió "Alicia en el país de las maravillas" bajo los efectos del opio, y que el Dr. Albert Hofmann descubre el LSD mientras estudiaba los derivados del ácido lisérgico para fines científicos; algunas tribus utilizaban sustancias alucinógenas con fines religiosos y místicos. En estos casos existe un interés que los supera a ellos mismos, hay "otros"; hacen lazo social. Hacer lazo social no es lo mismo que destruirlo.
Esto nos lleva a hacer una distinción muy importante: a saber, qué lugar ocupa ese objeto de goce en la economía libidinal de cada sujeto.
En los casos más serios, el consumo se presenta de manera compulsiva; maníaca; ofreciendo un modo de satisfacción "autoerótica", destructiva, como decía recién, una relación al objeto "adictivo" que prescinde del otro (pareja, familia, amigos, padres, colegas, compañeros).
Muchas veces la mayor preocupación es en relación al encierro en el que queda el sujeto, sumergido en un sólo interés que es ese goce y todo lo que pueda proporcionárselo. Se trata de un goce sin límite que se cierra en sí mismo. Otras veces, la adicción queda camuflada tras costumbres sociales o familiares; naturalizándose y aceptándose como formando parte de un todo, en sintonía con el entorno y con el "Ser": "soy así, "somos así". Se acepta esa realidad como destino, y se resigna a vivirlo como tal sin interrogarlo.
Entonces, no todas las adicciones son iguales, ni todo consumo es adicción. La experiencia clínica nos demuestra que cada caso es singular y es fundamental atender a la singularidad del padecimiento subjetivo.
Cada caso es un nuevo caso, único como cada sujeto, y hay que escucharlo en su singularidad. Con lo cual no hay "el adicto" o "los adictos", como un estereotipo a repetición, sino que hay sujetos con adicciones, diferentes. Romper con la totalización y la consistencia del Ser ("soy adicto", "soy ex adicto") para pasar a considerar lo particular y singular del padecimiento de cada sujeto es una posición ética.
Cada quien trae anudada una historia, una red simbólica; palabras, frases, dichos que marcan, que fijan al sujeto a una significación que determina modos de satisfacción, modalidades de goces que trazan su destino.
El problema de las adicciones es complejo, el diagnóstico muchas veces es incierto, y los tratamientos son de los más variados.
Es fundamental hacer un diagnostico estructural para delimitar la dirección de la cura.
Si tomamos a la adicción como un síntoma, -entendiendo al síntoma como una formación del inconsciente-, entonces la cura se encaminará a escuchar lo que ese síntoma tiene para decir sobre la verdad del sujeto.
Es por eso que es necesario dar lugar a la palabra, a que el paciente hable de lo que le pasa, ponga en palabras su sufrimiento, La mayoría de las veces el motivo de su padecimiento va por carriles muy distintos de los de su adicción, o mejor dicho, la adicción es sólo un velo; como decía, es una pantalla que vela y revela al mismo tiempo algo que está oculto. Lo que caracteriza el comportamiento adictivo es un "no querer saber nada", ausentarse, borrarse como sujeto y entregarse al consumo como vía de satisfacción siempre fallida.
Eso que no logra decirse emerge sintomáticamente, se manifiesta a través del exceso, de lo des regulado del goce. Lo que no logra ser puesto en palabras queda repitiéndose hasta el cansancio en lo real de la vida cotidiana, en ese "no poder parar con..."
Paradójicamente, pasamos de un sujeto que consume a un sujeto consumido por su goce.
Interrogar ese sufrimiento, ponerle palabras, es una vía que posibilita otra cosa, gozar de otro modo, un goce con límite que abre las puertas del deseo. Y hablar de deseo es hablar de vida.
En otros casos la adicción es suplencia. Cumple una función estabilizadora de la estructura. Suple lo que no ha podido inscribirse y las intervenciones han de ser muy cautelosas para no arrojar al sujeto a la locura. Es por ello que destacamos la importancia del diagnostico estructural más allá de la adicción en sí misma.
Desentramar lo que subyace a esta problemática, dar lugar a la palabra, a que pueda "decirse", es una posibilidad para el sujeto a restarse del campo opresor del Otro, sin que ese "restarse" implique poner en riesgo la propia vida.
Claudia Lujan
Junio 2019